30 Aniversario de la muerte de Quiroga, la historia poco conocida de "Ojos verdes"

Fue el maestro Manuel Quiroga, del que este 13 de diciembre se cumple el trigésimo aniversario de su muerte, el más famoso compositor de coplas, que junto a sus letristas más habituales, Antonio Quintero y Rafael de León, formó el trío más fecundo en ese género de canciones folclóricas españolas; autores de un millar de títulos, entre los que destacan, como un simple botón de muestra Tatuaje, La Lirio, A la lima y al limón, ¡Ay, Maricruz!, María de la O, Y sin embargo te quiero, Francisco Alegre y tantos otros, prendidos todavía en la memoria de quienes vivieron la dura posguerra, incluso décadas posteriores, hasta que llegada la de los 70 sus autores fueron poco a poco descendiendo su producción. Y entre todas esas coplas, ya historia de nuestra música popular, la más escuchada, la que creemos junto a otros cronistas que simboliza ese género, es Ojos verdes, cuya génesis tiene un trasfondo romántico impulsado en principio por quien ahora recordamos: el maestro Quiroga.

 Transcurría 1935 cuando Manuel Quiroga quería dedicarle una canción al gran amor de su vida: su muy querida esposa, Fuensanta Clavero Borao. Reuniose el maestro con dos de sus colaboradores, los muy destacados letristas Rafael de León y Salvador Valverde, a quienes sugirió que escribieran una copla que aludiera al color de los ojos de su mentada mujer. De color verde, insistió. Se pusieron a la obra los citados autores, cada uno por su cuenta, hasta completar lo pactado con el maestro. Firmada ya esa letra (que con el tiempo se vio alterada en algunos versos, por exigencias de la censura) el maestro Quiroga se puso ante su piano y en poco tiempo, según supe, apenas tres días, quedó lista la inmortal composición. Me confiaría el maestro, ya en sus últimos años, que se inspiró en un antiguo cancionero asturiano para urdir la música de Ojos verdes. La estrenó Blanquita Suárez en un cine de verano madrileño. No tuvo apenas difusión. Estrellita Castro la dio a conocer en Sevilla. Y no gustó. Tuvieron que ser Conchita Piquer y Miguel de Molina, separadamente por supuesto, quienes finalmente popularizaran Ojos verdes. La versión del malagueño era más aflamencada. La de la valenciana, primero con un fondo de guitarra y luego a gran orquesta, sería con el paso de los años la más difundida y pensamos que la más lograda. Sin embargo, a todos se les adelantó en cuanto a su estreno discográfico en 1939 una artista olvidada llamada Consuelo Heredia.

Contado todo ello como imprescindibles datos, nos interesamos por la letra de la mencionada copla. Tardó en saberse quién era la dama en cuestión, la recipiendaria de esa historia, dueña de unos ojos color esmeralda. Porque ninguno de sus autores dijo nunca en público quién era. Y menos aún el maestro Quiroga, que guardó para sí ese secreto, el de la identidad de su esposa, la mencionada Fuensanta Clavero, de origen aragonés. Pasarían bastantes años hasta que pudo desvelarse el asunto. No obstante cuando yo mismo, interesado por la cuestión, pedí a uno de los dos hijos del maestro que me contara todo el trasunto de la copla, apenas deslizó alguna anécdota precisa. Por pudor. Manuel Quiroga Clavero, letrista y músico muy estimable, probablemente eludía referirse a cuanto a continuación les explico.

Ojos verdes se inicia con esta frase atribuida a Salvador Valverde, que reza: "Apoyá en el quicio de la mancebía...". Se recuerda que el maestro Quiroga les había pedido a León y Valverde una letra inspirada en los ojos verdes de su esposa. Luego a ella estaría dedicada la copla. Pero ¿Cómo después resultó que Valverde situaba a quien tenía los ojos de ese color a la puerta de una casa de citas granadina? A pesar de ello, el maestro Quiroga nunca quiso que se cambiara esa letra. Fue, como apuntábamos líneas atrás, la censura franquista la que mutiló ese comienzo literario, convertido en "Apoyá en el quicio de tu casa un día".

Ojos verdes continuó escuchándose, con la letra original, en la voz de Conchita Piquer, a la que multaban sistemáticamente por no obedecer a los censores. Y ni el maestro Quiroga ni su esposa pusieron nunca reparo a lo ya dicho sobre el vocablo "mancebía". Mas así se explica la reacción pudorosa de su hijo cuando no quería decirme a quién estaba dedicada la copla, ya explicado que a su madre. Una dama virtuosa desde luego. Quedaba la letra convenida como pura invención de sus autores aunque íntimamente el color verde de aquellos ojos eran los de Fuensanta Clavero.


El maestro Manuel López - Quiroga Miquel, nacido en Sevilla el 30 de enero de 1899, falleció en Madrid el 13 de diciembre de 1988, víctima de un edema pulmonar. Sus coplas forman parte de nuestro patrimonio cultural. Y lo más importante: las sigue escuchando y cantando el pueblo.


Noticia extraída de www.libertaddigital.com