A las once de la mañana se abrieron las puertas de la iglesia parroquial de San Juan Bautista para el inicio de una de las procesiones más representativas de la religiosidad y  fervor popular, como es la de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Virgen de los Dolores. Este año tenía dos connotaciones muy importantes: el estreno del nuevo trono del Nazareno y la visita de medio centenar de almedinillenses residentes en la localidad gironense de Llagostera, con su alcalde a la cabeza de la expedición. La Hermandad de Jesús Nazareno ha tardado casi ocho años en llevar a cabo el proyecto de sustituir las andas de madera de pino dorada por un trono en madera de cedro real de estilo neobarroco, barnizado en color caoba con algunos detalles dorados en oro blanco. Y la visita del grupo de paisanos afincados en la comarca del Gironés, planificada por los alcaldes de ambas localidades, es el punto de partida para el futuro hermanamiento. Las calles de almedinila se convirtieron, por tanto, en una prolongación del templo donde el sol radiante, la majestuosidad de las imágenes del Nazareno y Virgen de los Dolores, los penitentes, la música de la Banda de Cornetas y Tambores “La Unión” y La Banda Municipal, las mantillas (escasas en esta ocasión), los hornazos, los cirios y lágrimas de los asistentes, junto a las saeta por carceleras y seguidillas del joven granadino Iván  Centenillo contribuyeron a la solemnidad y colorido del segundo día del llamado Triduo Pascual. El momento de máximo esplendor se produjo fue el de la entrada al templo parroquial  donde una plaza abarrotada de gente se estremeció al contemplar el encuentro de Nuestro Padre Jesús Nazareno con la Virgen de los Dolores en medio de un gran silencio en el que se podía escuchar la música sacra de las bandas y el reo y canto unánime del “Ave María” y la bendición de Jesús, mientras niños y mayores levantaban los hornazos.